Zapatistas convocam a comunidade científica para uma troca entre ciências e conhecimentos ancestrais, muitas vezes chamados de (subalternos) saberes. “O que seria uma matemática radical?”, questionam.
Alquimia vs as pseudo-ciências, a ciências ao alcance de um “click”, que mudam os territórios atrás dos lucros? O que ganha-se, o que perde-se? É preciso conhecer para transformar.
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2 de enero del 2017.
El valor de la palabra es algo que cuidamos mucho. Cuando nos referimos a alguien, no sólo lo nombramos, sino que también nombramos su estar con nosotras, nosotros.
Así decimos “hermano”, “hermana”; pero cuando decimos “compañera”, “compañero” hablamos de un ir y venir, de alguien que no está fuera, sino que, junto nuestro, mira y escucha el mundo y por él lucha.
Menciono esto porque está aquí, junto nuestro, el compañero zapatista Don Pablo González Casanova, quien, como es evidente, es en sí mismo un municipio autónomo rebelde zapatista.
Como está aquí el compañero Pablo González Casanova, voy a tratar elevar el nivel y el rigor científico de mi exposición, evitando toda clase de albures (en grande o en chiquito, presten atención).
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Alquimia. Antes de que agoten su saldo consultando en sus celulares y tabletas qué es “alquimia”, en “Wikipedia”, y que me abrumen con toda clase de definiciones, les aclaro que con esto nos estamos refiriendo a un antecedente, a un paso previo (si es necesario o no, ahí lo vean) a la constitución de una ciencia como tal. O como como decía el finado SupMarcos, “la alquimia es una ciencia enferma, una ciencia invadida por los parásitos de la filosofía, el “saber popular”, y las evidencias que saturan el complejo mundo de la comunicación actual”, según se puede leer en uno de los documentos que dejó a su muerte.
En ese texto, el difunto señalaba que la alquimia no era necesariamente un antecedente de la ciencia en el sentido de la expresión “toda ciencia fue alquimia antes de ser ciencia”, sino que era una no-ciencia que aspiraba a ser ciencia. Dice también que la alquimia, a diferencia de las pseudo ciencias, no construye en base una mezcla de verdades y conocimientos, con evidencias y lugares comunes. La pseudo ciencia, señala, no se acerca a la ciencia, sino que se separa de ella y se convertirá en su enemigo más feroz y con mayor éxito de difusión en una situación de crisis; no constituye una explicación alternativa de la realidad (como sería en el caso de la religión), sino un “razonamiento” que suple, invade y conquista al pensamiento científico, ganándole la batalla más importante en una sociedad mediática: la de la popularidad.
La pseudo ciencia no pretende ni aspira al argumento de la fe, la esperanza y la caridad, sino que ofrece una explicación con estructura lógica que “embauca” a la razón. En sentido llano: la pseudo ciencia es un fraude, propio de la charlatanería que abunda en la academia.
La alquimia, por otro lado, aspira a liberarse, a “curarse”, a “purgar” los parásitos que son los elementos no-científicos.
Aunque reclama para sí el dudoso derecho de la maternidad de las ciencias, la filosofía, autodenominada “la ciencia de las ciencias”, es, siempre siguiendo el texto del difunto, uno de esos parásitos. “Acaso el más peligroso”, continua el fallecido, “porque se le presenta a la ciencia como un consuelo a la afirmación-negación del “no sé” con el que, tarde o temprano, topa la ciencia. El afán por lo racional, lleva a la ciencia a suplir la religión con la filosofía cuando llega a su límite”.
Por ejemplo, si no tuviera capacidad para explicar científicamente el por qué llueve, en lugar de recurrir al argumento de que es dios quien decide la precipitación pluvial, la ciencia preferirá un razonamiento del tipo “la lluvia no es más que una construcción social, con apariencia teórico-empírica, en torno a una percepción aleatoria que se da en el contexto de un continua conflagración entre el ser y el no-ser; no es que te mojes si llueve, sino que tu percepción de “mojarse” es parte fluctuante de una decolonialidad universal”.
Aunque todo esto pudiera resumirse en “muy su pedo de la lluvia si cae o te cae”, la ciencia abrazaría esa explicación ajena, entre otras cosas porque cree, la ciencia, que su capacidad de explicación está en el lenguaje, y no en el poder de posibilitar la transformación de la realidad. “Conocer para transformar” nos dijeron aquí hace unos días. La filosofía le vende con éxito a la ciencia su certificado de legitimidad: “eres ciencia cuando alcanzas una lógica en el lenguaje, no cuando puedes conocer”.
Si vamos más allá, para la “alquimia zapatista”, la ciencia no sólo conoce la realidad y posibilita así su transformación, también el conocimiento científico va “abriéndose camino” y definiendo nuevos horizontes. Es decir, para la alquimia zapatista, la ciencia cumple al llegar continuamente al “falta lo que falta”.
Si, en el pensamiento filosófico y el científico del siglo pasado, las ciencias iban “desmontando” las explicaciones religiosas, ofreciendo un conocimiento comprobable; en la crisis por venir, las pseudo ciencias no se enfrentan a la realidad con una explicación mágica, sino que “invaden” o “parasitan” las ciencias, primero con el objetivo de “humanizarlas”, después con la meta de suplirlas.
Las filosofías se convierten así, ya no en el tribunal que sanciona la cientificidad de acuerdo a la estructura lógica del lenguaje, sino en la explicación genérica, naturista y homeopática, frente a la explicación de “patente”, científica. Para que me entiendan: para la filosofía posmoderna, las micro dosis son la mejor arma contra los grandes monopolios farmacéuticos.
La popularidad de las pseudo ciencias radican en que no es necesaria la formación científica, basta nutrirse en los recovecos del lenguaje, suplir la ignorancia con la pedantería mal disimulada, y las evidencias y lugares comunes con la elaboración lingüística compleja.
Frente a una afirmación del tipo: “la ley de la gravitación universal afirma que la fuerza de atracción que experimentan dos cuerpos dotados de masa, es directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa”, la ciencia recurrirá a la observación y la experimentación, mientras la filosofía analizará el razonamiento lógico en el lenguaje.
Otro ejemplo: una aseveración de las Neurociencias, del tipo “una lesión en el área 17 del lóbulo occipital puede causar ceguera cortical o puntos ciegos, dependiendo de la extensión de la lesión”, puede ser comprobada con resonancia magnética funcional, con un electroencefalograma o tecnologías semejantes.
Para esto, claro, fue necesario que la ciencia avanzara hasta poder estudiar el cerebro y explicar sus partes, pero también fue necesario el desarrollo de otras ciencias que permitieron la tecnología para obtener neuroimágenes funcionales.
Cuando, a recomendación de una compa, leí ese excelente texto llamado “El hombre que confundió a su esposa con un sombrero”, del neurólogo Oliver Sacks, pensé que Sacks se había quedado con las ganas de abrirle la cabeza al hombre ése para ver qué pasaba en su cerebro. Aunque yo hubiera preferido abrirle la cabeza a la esposa, para entender cómo podía aguantar que la confundieran de esa forma y no le “arregló” la disfunción a su marido con un buen zape.
Ahora el avance científico tecnológico hará posible estudiar, por ejemplo, lo que ocurre en el cerebro del Gato-perro sin necesidad de abrirle la cabeza.
Sin embargo, frente a una explicación científica del funcionamiento del cerebro, la pseudo ciencia ofrecerá su propia explicación utilizando un lenguaje pretendidamente científico y nos dirá que los problemas que tenemos se deben a que no hemos desarrollado la capacidad del funcionamiento cerebral. Así pululan las teorías de que la inteligencia se mide por el porcentaje de uso del cerebro. Una persona más inteligente es la que usa un porcentaje mayor del cerebro. Por ejemplo, Donald Trump y Enrique Peña Nieto tendrían en común que usan el 0,00001 % del cerebro, mientras que Einstein habría usado digamos el 30%. El éxito de la película “Lucy” no es sólo de taquilla y porque es de Luc Beson y sale mi ex, Scarlett Johansson; es porque permite la aparición de charlatanes que ofrecen cursos para que usted sea más inteligente con “técnicas científicas” para aprovechar al máximo la capacidad cerebral.
Así fue fugaz el éxito de la comercialización de productos con feromonas para atraer al sexo opuesto (“si usted, mi buen, no agarra ni el autobús, no es porque no se despegue de la pantalla de la tv o de la computadora, sino porque no utiliza este jabón-perfume que, al primer uso, verá cómo se le arrojan encima como si usted fuera youtuber, tuitstar, o el meme de moda. Y mire nomás, por esta única vez tenemos esta oferta de 333 por el precio de 2 pero sólo si en los próximos 15 minutos marca el número que aparece en pantalla. Recuerde tener a la mano el número de su tarjeta de crédito. ¿No tiene usted tarjeta de crédito? Mta magre, pues por eso usted no pesca ni un resfriado; no, amigo, amiga, ni las feromonas le servirán. Mejor cambie de canal o póngase a ver videos de caídas graciosas, de las profecías de Nostradums o cosas parecidas que le den material de conversación en la sala de chat de su preferencia).
Pero al relevo está la chambonada de la “capacidad cerebral”, que está supliendo, a las lociones con feromonas, con productos que desarrollan sus capacidades cognitivas y puede ser usted, amiga, amigo, una persona de éxito y aprender pilotaje y reparación de naves interestelares en youtube.
Tal vez este planteamiento, que no es ni moderno ni posmoderno, no sería tan respaldado incluso por algun@s científic@s, si supieran que uno de sus promotores fue Dale Carniege, con su best seller de superación personal -que data de 1936-, titulado “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”, el libro de cabecera de John M. Ackerman et al.
En resumen, mientras los científicos tratan de confirmar o descartar sus hipótesis sobre cómo funciona el cerebro, los pseudo científicos te venden cursos de gimnasia cerebral y cosas por el estilo.
Y, en general, mientras las ciencias requieren rigor, estudio, teoría y práctica exhaustivas, las pseudo ciencias ofrecen el saber al alcance de un click en ese oscuro objeto del deseo del Gato-perro: el mouse de la computadora.
O sea que la ciencia no es fácil, cuesta, exige, demanda, obliga. Es obvio que no sea popular ni siquiera entre la comunidad científica.
Y luego la ciencia no hace nada por sí misma y le da por romperte el corazón sin ninguna contemplación. A mí por ejemplo, me pasó. Tienen que ser fuertes y madurar para lo que les voy a decir. Siéntense, relájense, póngase en armonía con el universo, y prepárense para conocer una cruda y cruel verdad. ¿Están listos? Bueno, resulta que la moka o moca no existe, no hay tal cosa como un árbol de moka o un mineral de moka. La moka no es una creación de los dioses primeros para aliviar la vida y muerte del SupMarcos. No es el fruto prohibido con el que la serpiente, disfrazada de vendedora de cosméticos rejuvenecedores, engañó a la maldita Eva, quien a su vez sonsacó al noble Adán y se chingó Roma. Tampoco es el grial sagrado, la piedra filosofal que mueve la búsqueda del conocimiento. No, resulta que… la moka es un híbrido o una mezcla o algo así. No me acuerdo de qué con qué, porque, cuando me lo dijeron, me deprimí más que cuando uno de los científicos dijo que el más brillante alquimista no estaba presente, y entonces, lo confieso, me tiré al vicio y a la perdición. Me alejé de las distracciones mundanas y entendí entonces el éxito de las filosofías y las pseudo ciencias en boga actualmente. ¿Para qué vivir si la moka no es sino una construcción del imaginario social? Entonces comprendí mejor a ese filósofo espontáneo que hubiera tenido un gran éxito en redes sociales y que respondió al nombre de José Alfredo Jiménez. “Caminos de Guanajuato” sería la Kritik der reinen Vernunft que Kant no pudo elaborar.
Pero, pese a heridas y cicatrices, sus pláticas de ustedes empiezan a producir efectos:
Un oficial insurgente escuchó la plática que dio el Dr. Claudio Martínez Debat en lo que refiere a herencia genética, y concluyó que es cierto. “Rápido lo apliqué pensando en los pueblos y sí, si un compa tiene un modo de cómo es, lo ves que su papá o su mamá también tiene su modo. Por ejemplo, si el SubMoy es muy bravo es que su papá era muy bravo de por sí”.
“Ah”, le dije, “¿entonces el SubMoy se embravece con nosotros, no porque no cumplimos los trabajos, sino porque su papá era muy bravo?”
Quedó pendiente la investigación científica porque en ese momento llegó el SubMoy a checar si ya habíamos preparado las cosas para ir a Oventik. O sea nos cayó la justicia.
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Éste es un encuentro entre l@s zapatistas y las ciencias. Le agregamos el “con” a “ciencias”, no sólo por el juego de palabras, también porque el haber aceptado reunirse con nosotras, nosotros, va más allá de su quehacer y pudiera implicar también una reflexión sobre el mundo, además de la explicación de lo que trabajan en sus respectivas especialidades.
Ya en nuestras participaciones anteriores, el Subcomandante Insurgente Moisés y quien esto dice y escribe, nos estamos esforzando en darles datos para que se formen una imagen, (un perfil se diría ahora), del tipo de zapatista que está interesado en aprender de ustedes.
Seguimos en el empeño porque, también como señalamos en otra intervención, nuestra aspiración es que este encuentro se repita, y se multiplique cuantitativa y cualitativamente.
Con sus intervenciones, ustedes no sólo nos dan algunas señales de su conocimiento, también del por qué aceptaron nuestra invitación y están aquí presentes, en persona o mediante textos, audios y videos.
Porque necesitamos la ciencia, es que estamos, junto con el SubMoy, ahora sí que desplegando nuestros encantos, para convencerlos, convencerlas, de que aquí, con nosotras y nosotros, pueden y deben hacer ciencia.
Por eso les hablamos no de ciencia, sino de lo que hemos sido y somos, de lo que queremos ser.
Podemos hacer lo que podemos. No podemos ofrecerles becas, recursos, reconocimientos que abulten su curriculum vitae. Vaya ni siquiera les podemos hacer el paro para conseguir, ya no digamos una plaza, al menos algunas hora-salón.
Cierto, podríamos intentar el chantaje, poner cara de “soy un pobre zapatista que habita en la serranía”.
O insinuarles con, voz seductora: “Tons qué mi plebeyoa, vámonos a Querétaro las manzanas, poninas dijo popochas, y pin pon papas, ya ve que dicen los científicos que ya no produzcan la producción porque el mundo está como vagón del metro a las 0730, y que ya no hagan productos, que mejor adopten; tons usted y yo vamos como quien dice a darles su surtido rico, de lengua y de maciza, para que tengan opciones, si sale varoncito le damos hasta que salga la niña, o al revés volteado, así hasta por pares, el asunto es que no importa ganar sino competir”.
O con un DM que invite: “ándele, vámonos a deconstruirnos las ropas y a contextualizar nuestras partes privadas”
O mandarles a un whatsapp que sugiera: “usted, yo, un acelerador de partículas, no sé, piénselo”
Podríamos, aunque es seguro que no tendríamos éxito.
Lo que pensamos es hacer lo que estamos diciendo: mostrarnos como somos y cómo hemos llegado a ser lo que somos.
Para que no se sientan en desventaja al saber que están siendo no sólo escuchados, sino también evaluados (la clausura de este encuentro, el día 4 es la evaluación que del encuentro hacen las 200 encapuchadas y encapuchados, compañeros y compañeras nuestros, bases de apoyo zapatista), es que tratamos de darles elementos para que ustedes nos evalúen y puedan responderse a la pregunta compleja de si vuelven, o archivan estos días en la carpeta de “no volver a repetir nunca jamás”.
Esa evaluación, ahora sí que será nuestra primera desavenencia, y tendremos que decidir si la superamos como personas maduras y recurrimos a una terapia de parejas, o hasta ahí nomás.
En todo caso, es de esperar que, en el viaje de regreso a sus lugares, se digan para sí: “mta magre, y yo que me quejaba del Conacyt y su Sistema Nacional de Investigadores”.
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Antes les dije que un camino para conocernos era preguntar por qué preguntábamos lo que preguntábamos, así que otras preguntas podrían ser “¿qué entienden o esperan de la ciencia, y de los científicos?”
Para nosotras, nosotros, la ciencia significa un conocimiento que no depende de otros factores. Ojo, la ciencia, no la investigación científica. Es decir, por ejemplo, la ciencia exacta por antonomasia, la matemática o las matemáticas. ¿Hay una matemática capitalista y una de abajo y a la izquierda? Pongo ese ejemplo extremo porque, a partir de ciencias en proceso de constitución, o “jóvenes” como se dice, con las comprensibles errores y “tropezones” explicativos, se generaliza y se dice “la ciencia es culpable de tal y tal cosa”. “La ciencia es racista, discrimina, no toma en cuenta el drama personal y pasional del científico”, y de ahí, en el apocalipsis del gato-perro, pasar a convertirse en la “madre de todas las desgracias”
Nosotras, nosotros, zapatistas no hacemos ciencia, pero queremos aprenderla, estudiarla, conocerla, aplicarla.
Conocemos el cortejo que tenemos de las pseudo ciencias y su ruta de optimización de la pobreza: el querer engatusarnos diciéndonos que, los no-conocimientos que tenemos son, en realidad, “saberes”, dicen.
Voy a dejar de lado que esa posición invariablemente viene de la mano de quien nunca ha hecho ciencia, quiero decir, además de los experimentos de laboratorio en la secundaria.
Así nos dicen, y nos ponen de ejemplo que sabemos cuándo hay que sembrar. Cierto, sabemos cuándo hay que sembrar, identificamos ciertas “señales” en la naturaleza y, por usos y costumbres, sabemos que hay que plantar la semilla.
Pero no sabemos por qué con esas señales se indica el inicio de la siembra, ni cuál es la relación entre esas señales.
El interés de la juventud zapatista por la ciencia, (como en el ejemplo del estafiate que nos platicó el Subcomandante Insurgente Moisés hace unos días) encuentra eco y apoyo ya en los adultos y ancianos, porque el cambio en el clima ha provocado que las señales se vuelvan borrosas.
Ocurre ahora que, con el cambio climático, los tiempos de “seca” o de lluvia se han trastornado. Ahora llueve cuando no le toca, y no llueve cuando le toca. Los fríos se empiezan a hacer más cortos en duración e intensidad. Animales que se supone que pertenecen a determinadas zonas, empiezan a aparecer en otras que no tienen ni vegetación ni clima semejantes.
Cuando la lluvia tarda en aparecer y corren peligro las siembras, en los pueblos acostumbran lanzar cohetones al cielo “para que despierta la nube”, o para darle de saber al dios que ya es su tiempo de llover, o sea que le recuerdan de su trabajo al dios por si es que está distraído. Pero resulta que, o el dios está muy ocupado, o no escucha, o no tiene nada qué ver con el alargamiento de la sequía.
Vean entonces que no basta el conocimiento ancestral, si es que se puede llamar conocimiento.
Así, lo que algunos llaman “el saber ancestral” de los indígenas se enfrenta a un mundo que no entienden, que no conocen; y, en lugar de consolarse en las ermitas o iglesias, o acudir al rezo, las zapatistas, los zapatistas, se dan cuenta de que necesitan el conocimiento científico, ya no por curiosidad, sino por la necesidad de hacer algo real para transformar la realidad o lidiar con ella en mejores condiciones.
Por eso empiezan las generaciones que prepararon y realizaron el alzamiento, las que sostuvieron la resistencia con rebeldía, y las que crecieron en la autonomía y mantienen la rebeldía y la resistencia, a confluir en una necesidad: el conocimiento científico.
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No sabemos qué tan sensible es la ciencia a la opinión pública, a las redes sociales, a la imposición de rumbos o explicaciones, ya no por presión del dinero, el Poder, el sistema, sino por auto censura.
No sabemos si existirá algo que se pueda llamar “otra ciencia”, y si eso corresponderá al tribunal mediático o social que juzga, condena y ejecuta la sentencia contra las ciencias.
¿A quién corresponde la construcción de la otra ciencia, si es que hay algo que así se llame?
Nosotras, nosotros, zapatistas, pensamos que es a la comunidad científica. A ella, sin importar sus fobias y sus filias, su militancia política o no. Y pensamos que deben resistir y combatir a los parásitos que les acechan, o que ya habitan en ustedes y los debilitan.
Por eso, aunque no les hallemos el modo y no encontremos la forma de convencerlas, convencerlos, de que el nuestro es también un esfuerzo de vida y que les necesitamos en ese empeño, ustedes deben seguir sin descanso, sin darse tregua, sin hacer concesiones, ni a nosotros ni a nadie.
Deben seguir porque su compromiso es con la ciencia, es decir, con la vida.
Muchas gracias.
Desde el CIDECI-Unitiera, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México.